La adolescencia: Etapa para compartir

La adolescencia: Etapa para compartir

Como padres nunca finaliza la labor de educar. Parece que lo duro llega a su término cuando los hijos ya comienzan a vestirse solos, a ir al colegio con sus amigos, o a realizar tareas en casa, pero no es así. Los hijos siempre nos necesitan, y pasan por fases donde como padres hay que estar muy pendientes de ellos.

Al tener a un hijo, una madre o un padre conoce lo que es el amor incondicional, descubre lo que es haber recibido en la propia infancia valores esenciales y de calidad humana para trasmitir al hijo. Cuando un padre tiene a un hijo valora el trabajo que han hecho sus propios padres. Los hijos nos necesitan cuando son pequeños, y es ahí donde la educación que les damos asienta las bases para el futuro, para cuando tengan su propia familia.

Desde pequeño el hijo debe ver en sus padres ejemplo de compañerismo, respeto, amor, comprensión, escucha, cooperación, igualdad… Todo ello le servirá para ponerlo en práctica con sus amigos, profesores y resto de familia. Llegado a la pubertad, evoluciona en su madurez personal, se está desarrollando intelectual e internamente, y puede y quiere decidir.

Por lo general las palabras adolescencia o pubertad aterran. En esa época aflora algo de rebeldía y de necesidad de hacerse notar, pero es algo normal. El adolescente se ve mayor, se le adjudican otras responsabilidades y tareas y debe lidiar con momentos más complejos con parejas, con amistades, a la hora de relacionarse y salir de fiesta, e incluso se le exige mayor responsabilidad y nivel académico. En ocasiones todo a la vez puede agobiarle y refugiarse en sus amigos, aislarse de sus padres (a los que ve muy encima de él), o expresarlo de un modo más controvertido.

Cuando el adolescente se siente apartado, ignorado e infravalorado, sufre y se rebela. El joven debe ver que se le da libertad, pero sin rebasar ciertos límites. Es importante que como padres se le siga pidiendo que respete y cumpla determinadas normas. Los padres deben estar ahí, dejarle espacio, no atosigarle, pero sí preguntarle e interesarse por sus asuntos, que sin lugar a dudas, para él son determinantes en esa edad.

El progenitor no debe ser un amigo, debe ser la figura de autoridad, que acompaña y ama, sin dejarle de la mano, dando consejos y aceptando propuestas. En la adolescencia el hijo necesita encontrar su propia identidad, su esencia personal, y eso en ocasiones, le lleva a encontrarse desestabilizado y malhumorado. No todo se consigue repentinamente. El proceso de conocerse a uno mismo se da con tiempo, paciencia, viviendo y relacionándose.

Como padres e hijos hay que lograr esos puntos de unión, aspectos que apetezca compartir y momentos de diálogo y ocio. No hay que temer a la etapa de la adolescencia, sino prepararse emocionalmente para ella y tener estrategias y herramientas para saber actuar en muchos momentos. La paciencia en ocasiones se desbordará, no obstante, todos estamos aquí para equivocarnos, respirar y rectificar. Todo es aprendizaje, cada día es una lección para todos.

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