09 Jun El último gesto para mí
Deseo recalcar que no soy yo la mujer que voy a mencionar en este texto, no obstante, muchas podemos sentirnos identificadas en muchos aspectos.
Fue uno de los días más especiales de mi vida. Me sentía confusa y desbordada y era desconocedora de todo el cambio que se avecinaba.
Hasta ese día yo era por la que todo el mundo preguntaba, preguntaban por mí: por mi estado de ánimo, mis planes, mis expectativas, mis anteriores aventuras… Yo era la niña mimada de mi casa y eso podía agobiarme, pero me hacía sentir importante. El día en que nació mi bebé algo pasó, no sé bien qué… Con el tiempo considero que las horas que estuve entre el sueño y la realidad, dolorida, sedada, pendiente del desarrollo de mi parto, mi pareja…, debí perder la noción del tiempo de lo que sucedía a mi alrededor.
Probablemente me perdí algo, porque cuando tuve a mi bebé en brazos, empaquetada yo en pañales, gasas, cosida con grapas, sangrando, con ojeras, cansancio, malestar, miedo, inseguridades, invadida por gente…, en esos instantes había perdido a mi familia. Quizás exagero al decirlo así, no es literal, pero en cierto modo las personas que estaban allí habían dejado de ser quienes conocía.
El comportamiento de mis familiares era extraño, diferente, no solo ese día, sino durante semanas, meses, años. Ese día había supuesto un punto de inflexión. El trato de la gente hacía mí había cambiado, las miradas, las preguntas, el interés, las muestras de afecto, todo se me hacía diferente. Seguramente esto parezca el berrinche de una niña pequeña, pero nada más lejos de la realidad. Lo que pretendo es decir que un día tan bonito para todos, puede tornarse en difícil sobre todo para una persona.
Por supuesto que familiares y amigos se muestran espléndidos con el recién llegado bebé, cosa maravillosa y que a los padres gusta. Sin embargo esas atenciones desaparecen para ellos, para la madre, alguien que está sufriendo el mayor trance de su vida. Emocionalmente no está en condiciones, físicamente ni que decirlo. No creo que sea tan fácil que la comprensión, apoyo, empatía de las personas que rodean a la madre resulten mínimas o casi inexistentes.
Pasados varios días una comprende que su posición ha cambiado drásticamente, ahora es la madre del bebé y el bebé es el centro de todo. Pero ¿qué pasa con las consideraciones y preguntas a la madre?: «¿Cómo estás, qué vas a hacer, qué has hecho, necesitas algo, quieres que tomemos algo o vayamos de compras (con el bebé o como quieras, lo que te apetezca)? ¿Es normal que familiares, los más cercanos a la madre, se olviden de darle un beso al verla porque solo tienen ojos para el bebé?
No solamente eso. Los temas de conversación solo giran en torno al bebé. El que te miren fijamente un tiempo se vuelve un lujo. Ojalá la gente comprenda que hay que dejar de mirar a la madre (hasta por casualidad, de últimas o de refilón) Hay que VERLA y preocuparse por ella, no porque no sepa hacer las cosas o precise ayude. El ofrecimiento solo o el decirle palabras bonitas y de arropo ya supondrán un total estímulo.
Quien se aventura a algo así merece todo el respeto y admiración, no que le den de lado. Y sino conviene pensar en lo que se sintió o vivió cuando le pasó a una misma. El bebé tendrá el amor incondicional de todos, la madre lo merece con creces y multiplicado. Las hormonas, desajuste emocional y físico, estrés y miedos no deben ignorarse. Entiendo ahora que nada volverá a ser ni parecido.
Todas hemos de lograr aceptarlo con el tiempo, querernos, hacernos feliz a nosotras mismas y saber comprender a los demás. Ninguno somos perfectos. Invito a reflexionar y dar el lugar que merece a la reciente madre. Deseo yo como futura madre de la madre estar a la altura.
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